A pesar de su sencillez, esta iglesia está profundamente arraigada en la ciudad por haber sido protagonista de numerosos acontecimientos relacionados con su historia. De desnuda fachada dieciochesca, está documentada como la primera parroquia de Huelva, y fue escenario de la captura de Miguel Hernéndez en su huida a Portugal durante la guerra civil.
A lo largo del tiempo este edificio fue iglesia del Hospital de la Misericordia mientras éste funcionó, y desde el siglo XVII, sede de las Cátedras de Latinidad y Gramática fundadas por D. Diego de Guzmán de Quesada. Esta circunstancia le concede el honor de haber sido el primer centro de enseñanza media y superior de Huelva. Después, la epidemia de cólera de 1854 la transformó en hospital, cesando su uso religioso.
En el último tercio del XIX y primero del XX se utilizó, siendo ya propiedad del Ayuntamiento, como asilo, sede de las Escuelas, primero Católicas, luego Nacionales; Academia de Ensayos de la Banda Municipal, Depósito de Protocolos... para luego caer en el más absoluto abandono durante décadas, hasta que, por fin, en 1991 es aprobado el proyecto de rehabilitación realizado por Alfonso Martínez Chacón. A partir de este momento, la ermita vuelve a ser templo abierto al culto, tal y como fue concebida, siendo sede canónica de la Hermandad del Santo Entierro, que procesiona durante la Semana Santa onubense.
La Muy Antigua, Real e Ilustre Hermandad de Nuestra Señora de las Angustias, Santo Entierro de Cristo y Soledad de María
La imagen de Ntra. Sra. de las Angustias es obra del escultor ayamontino D. Antonio León Ortega, que la talló en 1958. Sirvió para reemplazar a la primiva imagen del siglo XVII, fruto del trabajo de D. Fco. de la Gándara, que fue incorporada como titular a la cofradía en 1916 durante la estancia de ésta en al Parroquia Mayor de San Pedro de la capital onubense. Era una talla de incalculable valor artístico que se encontraba en el templo desde 1605 y que fue destruida junto al resto del patrimonio de la Hermandad en el incendio que sufrió la Mayor de San Pedro en 1936 con motivo de la Guerra Civil Española. Se caracteriza por su gran expresividad, de claras influencias castellanas y levantinas, con un violento realismo basado en la posición de los brazos, abiertos clamando al cielo, y en su mirada con igual orientación pero mostrando una gran serenidad, más patente aún por la ausencia total de lágrimas. Destaca igualmente la violencia de la estampa de su Hijo muerto en su regazo, con las huellas de la crucifixión bien patentes en la torsión de los brazos. Está realizada en madera de Pino de Flandes con un altura de 1,55 m. Restaurada por Jesús Mendoza en 1997.
La Virgen sentada a los pies de la cruz, con el cuerpo inerte del Hijo entre sus rodillas. El maduro rostro de la dolorosa muestra los ojos de cristal, pestañas pintadas en la madera, recta nariz, mentón promiente y boca entreabierta en actitud de súplica, permitiendo ver en su interior los dientes superiores tallados. No lleva lágrimas. Las manos se muestran extendidas y los brazos, abiertos en señal de emitir un desgarrado lamento al Padre. Aparece cubierta con toca blanca, túnica roja y manto de color azul, enriquecidos con motivos dorados.
La figura de Cristo aparece despolmada sobre el regazo materno, con la cabeza reposando en la rodilla izquierda de María. Posee una larga cabellera lisa y pegada al cráneo que baja sobre el hombro derecho y flanquea el alargdo rostro. El demacrado semblante presenta la frente surcada por hilos de sangre que brotan de las heridas producidas por la corona de espinas, de la cual carece. Tiene los ojos cerrados, cejas ligeramente fruncidas conservando el rictus del dolor, mejillas lívidas, nariz recta y boca entreabierta. La barba es bífida y corta. El cuello muestra remarcados los tendones laterales y el hundimiento en la zona central por lo forzado de la postura. El tórax es enjuto y el abdomen se halla hundido, resaltándose las costillas. El sudario, escueto, se dispone a modo de sencilla banda horizontal que cubre la desnudez de Jesús. La virgen dispone de una diadema de metal dorado de José Zabala Osuna (1959-1960) (
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